BIO MUSICAL

I
Creo que tenía 10 años cuando escuché por primera vez “My Sharona” de The Knack. Aquello fue una revelación: yo quería tocar la batería. Lo conseguí años más tarde, pero mientras tanto me contentaba escuchando música y haciendo de disc-jockey cuando jugaba a discotecas con las niñas y mi radiocassette. Poco después empecé mi colección de cintas y vinilos (aún no existía el CD). Pasé por diversas etapas: rock progresivo, new wave, tecno-pop, blues, jazz, folk... mi fidelidad a los estilos era tan baja como la de mi primer tocadiscos, pero el caso era explorar y buscar mi sitio.
A los 19 años monté mi primer grupo. Estaba loco por los primeros King Crimson, Pink Floyd, Genesis, Yes, EL&P... en fin, me puse el listón muy alto. Pero mi vocación como dibujante se consolidaba y me exigía dedicación. Era difícil elegir; en la música y en las artes en general las expectativas de éxito eran complicadas, así que intenté hacerlo todo compatible.
Poco después (1989) comencé a publicar un fanzine: La Telaraña. En aquellos momentos era uno de los pocos fanzines zaragozanos, quizás el único, que daba cierto espacio a la música, tanto local como globalmente, además de la habitual estética crítica y reivindicativa de un fanzine underground. Allí me explayaba con mi diseño e ilustración artesanal, a base de transferibles Letraset, tinta china, fotocomposición... Por supuesto con la colaboración de amigos relacionados con el mundillo musical de Zaragoza. Incluso desde Madrid, Barcelona, Valencia, Oviedo, Alicante, Huesca... dibujantes de cómic, escritores, críticos musicales y algunas discográficas se interesaban en participar.
Sin mucha disciplina con la periodicidad (3-4 meses) conseguí publicar sólo 6 números, aunque en la Zaragoza de aquellos años lo habitual en publicaciones así era una existencia mucho más corta.
Extendí La Telaraña también a la radio, así que durante unos meses me inicié como DJ en Radio Mai, una de las radios independientes de la ciudad.



II
Mientras trabajaba en La Telaraña ensayaba casi todos los días en la Casa de Juventud del barrio Oliver. Pronto decidí dar un paso más y me inscribí en la Escuela Municipal de Música, donde cursaría dos años de batería. En ese momento conocí a nuevos músicos y creamos otra banda que se llamó La Corte Sin Rey, de actitud rockera y sonido setentero. La cosa cuajó bien, conseguimos grabar una maqueta en un estudio profesional y llegamos a la fase final del mítico concurso zaragozano 1/2 Kilo de Rock, actuando en la también mítica sala En Bruto, en abril de 1991. Un pequeño triunfo. Pero poco después, por algunos desacuerdos sobre el estilo y la evolución del grupo, decidí abandonar.

La Corte Sin Rey

La Corte Sin Rey, concierto en Anfiteatro Rincón de Goya
(Zaragoza, verano de 1990)

Una crisis laboral me obligó a hacer algunos bolos con orquestas. Tuve que ensayar decenas de canciones horribles y aguantar ese rancio mundo de ciertas orquestas de pachanga, donde era frecuente la precariedad laboral y la frustración. Por suerte pude abandonar aquello pocos meses después.
En 1992, junto a unos amigos (David Mayor, Javier Estella, Chema Novoa, Cristina Casero, Martín Abril y Rafa Estella), realicé un programa semanal en Radio La Granja que se llamó Artenativa. Yo ejercía de técnico de sonido y pinchadiscos. Artenativa tenía formato de magazine en directo, en el que se hablaba de cine, literatura y música, e invitábamos a los artistas locales que admirábamos. Durante nueve meses, las noches de los martes fueron muy especiales para nosotros. Una experiencia inolvidable.

En la cabina de Radio La Granja, durante el programa Artenativa
(Foto: Javier Estella)


III
Aquél año 1992 conocí a Juan Caballero, cantante y músico que procedía de la escena rockera zaragozana, con el que colaboraría durante algunos años. Juan compartía conmigo cierta decepción por el anquilosado panorama musical, éramos críticos e inconformistas, así que el trabajo que realizamos era muy auto-exigente, aunque discontinuo porque Juan vivía en Barcelona. Era casi obsesiva nuestra búsqueda de perfección en la composición, en los ensayos y en las grabaciones, cayendo quizás en un purismo excesivo.
Cuando Juan vuelve a Zaragoza comenzamos a buscar músicos para formar una banda. Su criterio se volvió más rockero, con mucho protagonismo de la guitarra eléctrica, lo cual no me gustó en aquel momento. Fui perdiendo la motivación y finalmente dejé el proyecto. Quedaron grabadas buenas y elaboradas canciones. Y muy buenos recuerdos, por supuesto.

Juan Caballero
(Foto: Javier Estella)

Servidor, tocando en el local de Juan Caballero
(Foto: Javier Estella)

Durante aquella búsqueda de músicos para la banda de Juan Caballero, creo que era 1997, conocí a José Arroyo, un enamorado de Peter Hammill, Elisabeth Fraser y Peter Gabriel. Arroyo había compuesto grandes canciones, ocultas entre sus deberes familiares y laborales. Y como coincidíamos bastante en gustos musicales, decidimos iniciar un proyecto común. Durante tres años trabajamos concienzudamente, divirtiéndonos con la experimentación y mezcla de estilos. De todo aquello resultó una interesante maqueta, que nunca difundimos lo suficiente. Sólo realizamos tres o cuatro actuaciones en directo, aunque fuimos finalistas en el concurso de maquetas de la zaragozana sala El Sol. Después otras ocupaciones hicieron que poco a poco aquel proyecto se desvaneciera.

Aquí tocando con José Arroyo (guitarra y voz) en la sala El Sol.


IV
Ya en el nuevo siglo conocí a Bertrand Naud, un joven doctor en física y músico aficionado al jazz, la música negra y la chanson française. Solía tocar una guitarra acústica con pedal wawa. Versioneamos a nuestra manera canciones de sus admirados Jacques Brel y George Brassens. Poco después Bertrand tuvo que trasladarse a Madrid.

Bertrand Naud

Entre unas cosas y otras, esporádicamente (cómo no), empecé a ejercer de pichadiscos en algunos pubs de la ciudad como La Caja de los Hilos, El Mar de Dios, La Casa Magnética, El Zorro... Mis primeras sesiones eran muy eclécticas e imprevisibles, principalmente clásicos de los años sesenta y setenta, y también me acercaba poco a poco a la música negra, funk, soul, disco...


V
En 2003 consigo una beca para estudiar Ilustración en Centre Universitari de Disseny i Art de Barcelona. La gran ciudad y esta mítica escuela artística fue punto de inflexión en mi trabajo, y por supuesto influyó en mi percepción musical. Poco después me aficioné a unas delirantes jam-sessions de psicodelia y groove que organizábamos algunos amigos músicos una vez por semana, unos despliegues sonoros de absoluta liberación psicotrópica. Nos divertíamos de lo lindo. Teníamos la gran suerte de poder tocar en pleno centro de Zaragoza, en el piso de uno de los guitarristas, y sin quejas de los vecinos!. Aquellas jams psicodélicas fueron tomando forma de trío de batería y dos guitarras, con Javier Carmona y Chus Basavilbaso. Y decidimos llevarlo a escena: una hora de improvisación en vivo tras una pantalla semitransparente con la proyección de “Nosferatu” de Murnau. El grupo, que se llamó Mi, se amplió con el videojockey Miguel Cortiñas y con el músico/artista David Martínez. Decidimos realizar proyecciones visuales preparadas entre todos (animación, fotografía, ilustración, videoarte...) y con ello tocar improvisadamente durante una hora, sin interrupción. No había canciones y la proyección de las imágenes era imprevisible. Los conciertos eran toda una experiencia.

Concierto de Mi en Mar de Dios, octubre 2005
(Foto: Kike Bici-o)


Concierto de Mi en Terraza Terraluna,
agosto de 2005


VI
En 2005 comencé a realizar mis propios trabajos audiovisuales y de animación, que no partían de ningún encargo profesional como diseñador o ilustrador. También como auto-encargo, en febrero de ese año, edité el número cero de Esporádico, una publicación experimental con mis ilustraciones acompañando textos de grandes colaboradores, como Fernando Soyoung, Alex Gil, Susana Vacas, Grassa Toro o Sergio Algora.
En aquel año empezaron algo más en serio mis sesiones como DJ, primero con el alias de Uri Geller en unas largas veladas funk/disco en El Zorro, y posteriormente con el alias de El Disquero Esporádico, añadiendo a la agenda sesiones esporádicas en Tiger Lily, Mar de Dios, Terraza Terraluna, Dama China, Azul...

A mediados del 2006 volví a tocar la batería en un inaudito proyecto escénico, formado por el artista David Martínez y el VJ-performer Yago de Mateo. Se llamó De Picos Pardos y consistía en un delirante espectáculo audiovisual de unos hombres-pájaro donde se mezclaba el cabaret, la polipoesía, la psicodelia y la electrónica. Quisieron convertirme en pájaro-batería y lo consiguieron. De Picos Pardos recibió comentarios muy positivos de crítica y audiencia, en las diversas actuaciones de Zaragoza, Huesca, Tarragona o del Festival FiraNit de El Perelló. El proyecto era ilusionante, pero la falta de coordinación y dirección lo hizo insostenible. Fue un vuelo breve pero intenso.

De Picos Pardos posando en la playa, después de una actuación en Tarragona (de izda. a dcha.: Alicia Juárez, Jorge Ferrer, Ernesto Sarasa, David Martínez, Yago de Mateo)



Concierto de De Picos Pardos en Café del Arte de Huesca,
noviembre de 2006


VII
En 2007 asoma una temible crisis económica que, otra vez, nos imponía innovar, aún más. La tecnología volvía a parecer nuestro único recurso contra una crisis que amenazaba con destruir todo lo que quedara fuera de ella. Ya sabéis, aquello de “reinventarse”, emprender, y bla bla bla. En ese contexto comencé a dar forma a un proyecto personal y más tecnológico, en el que pudiera combinar mi experiencia en la música con la de diseñador e ilustrador. Me inventé Fonosträbico, como dispositivo para exponer mis propuestas visuales y sonoras. No tenía una forma definitiva, pero podría decirse que era una actualización del cine mudo con pianista.
Aprendí el manejo de software audiovisual y diversos instrumentos (controladores midi, resonadores, secuenciadores, Pure Data, etc.) para exponer en directo un collage audiovisual: la proyección de mis trabajos visuales (ilustraciones, texturas, animaciones o videocreaciones) acompañados de mis composiciones sonoras: ritmos, melodías, grabaciones electroacústicas, sonidos sintéticos, etc.
Estrené Fonosträbico en septiembre de 2010, en la terraza del Centro de Historia de Zaragoza, y en diciembre de ese mismo año fue el espectáculo de clausura de la IV Muestra Audiovisual Aragonesa Proyectaragón en la Sala López. Así fue el comienzo de Fonosträbico, y quizá el final de otras cosas. Supongo que simplemente es la consecuencia de todas las experiencias anteriores que he contado en esta biografía, que podría servir para explicar y juzgar con perspectiva mis aptitudes musicales, ya que no proceden de méritos académicos o éxitos mercantiles, sino de una construcción autodidacta en experiencias muy diversas aunque conectadas.



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